Hay una metáfora popular que nos hemos creído durante siglos, sin cuestionarnos lo que significaba en realidad.
Es la metáfora de la transformación de oruga a mariposa.
Que la mariposa es el resultado de una transformación de una oruga hacia un ser vivo más bonito, libre y volátil, a mí no me convence.
Que la mariposa puede representar a la mujer por su belleza y fragilidad no es un concepto que me atraiga.
Y que la oruga sea algo «rastrero» y prácticamente tiene que morir para dar paso al nacimiento de un nuevo ser, tampoco.
Yo prefiero comparar nuestra transformación como el crecimiento y expansión de una flor. Pongamos de ejemplo una amapola, que es mi flor preferida.
Las amapolas son capaces de reproducirse a través de todo un campo de trigo sin ellas hacer «aparentemente» nada.
¿Y cómo lo hacen?
Las amapolas contienen dentro todo lo que necesitan para liberar su potencial. No necesitan encontrarlo fuera.
No son como las orugas que estás obligadas a transformarse por completo para dar lugar a ser otra cosa. Ellas SON Su Mejor Versión.
La amapola no necesita anular ninguna parte de su ser para brillar. Desde su semilla, coge los nutrientes que necesita para abrirse al mundo. Conforme va creciendo, va potenciando lo mejor de ella para sacar a relucir su belleza natural.
La flor está conectada con la realidad y con la necesidad de crecimiento y desarrollo desde su propia esencia.
En cambio, la mariposa es el resultado de un cambio radical y muy severo que no da opción a nada más que el nacimiento de un ser diferente desconectado de la Tierra.
Un ser que ni bien nace sale volando para ir detrás de algo todo el tiempo.
La mariposa no está enraizada a nada, vive en un constante movimiento y búsqueda hasta la hora de su muerte.
La amapola vive en su campo, se desarrolla, se fortalece y se conecta con su existencia hasta lograr reproducir su modelo. Expandiéndose y atrayendo aquello que le interesa para reproducirse.
La amapola es coherencia entre su interior y lo que refleja en su exterior. Ella convierte en belleza lo mas y lo menos bonito que contiene su semilla.
La mariposa representa la falta de aceptación, la anulación de una misma y la necesidad de movimiento constante.
Ahora que te desmonté el mito de la transformación de oruga en mariposa, ¿no crees que el crecimiento de una amapola en medio de un campo de trigo nos representa mucho mejor?
Tú qué prefieres, ¿ser la mariposa que vuela de flor en flor, o ser la amapola enraizada y conectada con su esencia?
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